¿Por qué somos campeones del mundo?

Porque las dinámicas del alto rendimiento multiplican las capacidades individuales de los componentes de un equipo.

6.168.000 personas viendo la misma retransmisión en televisión, y yo era una de ellas. Bueno, eso fue la audiencia media, porque a las 15:55 horas del 15 de septiembre, éramos más de 8’5 millones de espectadores enganchados a una enorme demostración de lo que puede ser el alto rendimiento en un equipo. El mes pasado me llevé una doble alegría: por un lado, la selección española de baloncesto se proclamó campeona del mundo en China tras hacer un campeonato impecable e imponerse en la final por 20 puntos; por otro, entre todas las noticias que se hicieron eco de tal logro me encontré con un artículo de Pilar Jericó en el que hacía un (somero pero acertado) resumen de algunas de las virtudes que llevaron a nuestra selección hasta el éxito. Éste es el artículo, y en él se señalan seis claves para el éxito de los equipos de alto rendimiento: compartir un propósito común, claridad en los roles y expectativas de cada uno, confianza en los miembros del equipo, fuerte empatía, calidad de las conversaciones y unas reglas de juego definidas y compartidas.

Por supuesto, es sólo una aproximación a lo que determina el alto rendimiento de un equipo, y estas claves (y muchas otras) son extrapolables a cualquier equipo, no sólo a los deportivos. Uno sólo juega en equipo cuando juega con las reglas del equipo. Así, la última clave, que habla de unas reglas de juego definidas y compartidas, no se refiere en este caso a las reglas del deporte en cuestión (el baloncesto), sino a las reglas internas del equipo, las que se delimitan a la hora de crear la Alianza.

Como digo, fue una doble alegría, porque estamos acostumbrados a personalizar los éxitos, a fijarnos en las estrellas del equipo, esas que deciden los resultados con acciones de gran calidad. Pero eso no sería posible sin un verdadero equipo detrás. Por ejemplo, el seleccionador, Sergio Scariolo, tuvo que lidiar con algunas situaciones muy delicadas, y lo hizo a la perfección, mostrando que tiene una gran formación como líder de equipos. ¿A qué nos referimos? Si lo recuerdas, en la fase final del campeonato brillaron jugadores como Gasol, Rubio, etc. Pero hubo otros jugadores sobre los que no se detuvieron los focos mediáticos, jugadores que lograron que la selección accediera a disputar la final clasificando a España en la fase previa ante la ausencia de las grandes estrellas, algunas de ellas enroladas en equipos norteamericanos. Pero, a pesar del mérito de esos jugadores al clasificarnos gracias a su desempeño, a la hora de la verdad los que se llevaron toda la atención fueron otros. Y ahí nuestro seleccionador supo hacer que todos estuvieran comprometidos a pesar de la jerarquía que debe haber en cada equipo, que todos compartieran el objetivo común y lo antepusieran a sus objetivos particulares. Tal es la importancia en la dirección de un equipo hacia el alto rendimiento.

Pero hay más: recientemente he leído el libro Ganar y Perder, la fortaleza emocional, de Vicente del Bosque, el seleccionador que nos llevó a ganar el Mundial de Fútbol de Sudáfrica. Aunque no profundiza mucho en los aspectos de dirección y liderazgo que aplicó en su carrera de entrenador y seleccionador, porque no es realmente el objetivo de su libro, sí apunta muchas de las claves del éxito dirigiendo un equipo, como el hambre, la humildad y la empatía, aspectos que ya desarrolló Patrick Lencioni en su libro Equipos Ideales. Y Del Bosque, desde su gran humanismo, hace hincapié en un aspecto trascendental: antes de buscar la verdadera integración en un equipo de alto rendimiento en cualquier ámbito, o precisamente para poder formar parte del mismo, las personas necesitan saber SER, desarrollar intrapersonalmente las cualidades que les permitirán tener unas mejores relaciones interpersonales. Esto es: crecer personalmente para desarrollarse profesionalmente, porque no somos dos personas distintas cuando estamos en nuestra casa y cuando estamos en el trabajo.

Es por todo esto que en IEx nos tomamos muy en serio ambos aspectos: el crecimiento personal y el desarrollo profesional, las relaciones intrapersonales e interpersonales, la mejor expresión de quienes somos y el alto rendimiento de los equipos de los que formamos parte. Y para poner estas mejoras al alcance de todos, contribuimos con dos cursos formativos: Cómo pasar de dar buena impresión a SER una persona impresionante y el Programa Técnico Internacional en Coaching de Equipos y Resiliencia Organizacional, con especializaciones en Metodología Agile y Coaching de Equipos de Familia.

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